«El próximo 11 de junio, el mundo mirará hacia Ãfrica»: frase manida, tópico reutilizado por medios de comunicación y personal generalizado, pero no por ello verdad a medias. Este año, por vez primera, un Mundial de Fútbol se celebra en un continente que solo es noticia si hay hambre, guerra o muerte de por medio. Sin embargo, Ãfrica es mucho más que eso, ya que un lugar donde la gente pasa hambre, convive con la guerra y el sida desangra la infancia y, a pesar de todo, siempre tiene algo que demostrar y una sonrisa que lucir, es muy de respetar. Y más en estos tiempos que corren, cuando parece que nos cobren por la felicidad.
Son otras situaciones las que han provocado que Ãfrica sea invisible a la Historia. Sobre todo porque esa Historia la escribimos los blancos, obviando asà una cultura y un modo de pensar (los de Ãfrica pero también los de Asia) que también son fundamentales. No hay una única religión mundial, una sola lengua, un solo bloque fijo de ideas, sino que todo ha contribuido, con su granito de arena particular, a que la Tierra siguiera girando milenios y milenios, equilibrando la balanza de las desigualdades. No obstante, desde el siglo XIX hasta la actualidad, esas desigualdades se han acrecentado: desde el reparto de Ãfrica por parte de los europeos en la Conferencia de BerlÃn de 1885 hasta el Apartheid, en cuanto alguien alcanza el poder piensa de inmediato que lo tiene sobre alguien o sobre algo, sin pensar que en los avances cientÃficos de hoy se ve la deuda indiscutible del progreso realizado por otras culturas en otras épocas y en otros lugares del planeta. Es ahora cuando se empieza a estudiar (y valorar) la literatura africana, pero Ãfrica lleva llenando páginas desde hace mucho. Es ahora cuando escuchamos grupos de músicos africanos, pero Ãfrica inventó el ritmo y nos lo exportó en forma de jazz. Dejamos de evolucionar como pueblo en el preciso instante en el que se niega la interculturalidad y la conexión global con los demás seres humanos.
Cuando estuve en el Sáhara, en 2008, con una delegación noveldense encabezada por la Concejala de Cooperación Internacional para repartir un proyecto de placas solares, pisé Ãfrica y me impactó. En esos momentos, la crisis mundial no habÃa echado raÃces aún en las mentes occidentales, y allà se pasaba hambre y frÃo, vivÃan en jaimas o chabolas de adobe con techo de uralita y subsistÃan gracias a la ayuda externa. Ahora que la crisis es nuestra compañera de viaje, espiritual y emocionalmente, no puedo dejar de pensar en cómo lo estarán pasando en el desierto. Todo se multiplica cuando se habla de Ãfrica: la crisis, la muerte infantil, las penurias, pero también la ilusión por vivir y la esperanza. Por eso es importante que el Mundial sea en Ãfrica, aunque sea en uno de los paÃses más desarrollados, ricos y occidentalizados del continente. Durante un mes todos miraremos hacia Ãfrica. Y luego nada. Dejaremos que se siga consumiendo y únicamente le daremos cobertura informativa cuando las muertes y el hambre nos devuelvan a la cruda realidad de un mundo desajustado. Pero yo seguiré en Ãfrica. Cuando todos se hayan ido, cuando ya no queden ni jugadores ni seleccionadores, ni prensa ni público, yo seguiré mirando al cielo de aquà añorando aquel cielo de estrellas como puños que me acompañaba los sueños nocturnos en el desierto del Sáhara.